Antonio fue mi profe

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El último día del pasado año 2022 apareció en las redes la noticia de la muerte de Antonio García. Desde ese momento han aparecido numerosas publicaciones sobre su vida, sobre todo de su faceta carnavalera y como servidor público en el ayuntamiento de Puerto Real. Nada que ver con mis recuerdos sobre él. Mi madre me informó sobre la hora de su entierro, y me acerqué al cementerio, que no suelo visitar más que en contadas ocasiones. Ayer, y no sé por qué, era uno de esos momentos en los que ese era el sitio donde estar. Sin conocer a casi nadie, yo solo, apartado del gentío que se agolpaba siguiendo al coche fúnebre.

Antonio fue compañero y amigo de mi padre. Y mi único contacto con él fue durante un verano a principios de los 80. Las matemáticas se me atragantaron en BUP y en junio conseguí el primer suspenso de una asignatura en el instituto. Mi padre me llevó a su casa para que me diera clases particulares antes de los exámenes de septiembre. No sé cómo lo hizo, pero consiguió que entendiera en poco tiempo los conceptos que no logré atrapar durante el curso. Aprobé en septiembre y desde ese curso, gracias a esas clases vespertinas del verano, pude dejar de ver las matemáticas como un suplicio, y se fueron convirtiendo en la herramienta fundamental para seguir entendiendo el mundo, hasta que llegaron a ser un divertimento que poco tenía que ver con la obligación de estudiar para aprobar.

Solamente fueron dos meses. Después de aquello, quizá algún saludo esporádico por la calle, y poco más. Pero cuarenta años después sigo recordando con agrado aquél verano de poca playa y mucha libreta de ejercicios. Sin dejar de conocerlo por su faceta pública, sin dejar de saber lo apreciado que fue entre las gentes de esta tierra, pero ya está.

Como casi siempre, llego tarde para agradecerle lo mucho y bien que influyó entonces en mi camino. Sin aquellas clases yo hubiera sido otro: otros estudios, otra carrera, otros trabajos, qué sé yo. Seguramente soy un poquito mejor individuo por su causa. Hay personas que se te cruzan y te aportan algo que te hace crecer. Y cuando se van, al menos queda el recuerdo de su influencia. Y nada más, apenas nada más…