Sin mirarnos
Ruido. Mucho, mucho ruido. Es la sensación que me queda después de este triste fin de semana. Ruido para esconder la tristeza. Ruido para que sigamos mirándonos con los ojos cerrados, cegados. Ruido para esconder la indignación. Ruido para alentar el enfrentamiento. Ruido para esconder la ineptitud, manifiesta en estos últimos años, de una gran parte de quienes deberían dirigirnos hacia la prosperidad pero se dedican a alimentar la incertidumbre del futuro próximo.
Ruido, en fin, que esconde los asuntos importantes inundándonos de desinformación ruidosa, haciendo que nos fijemos en los detalles, en las formas chuscas por parte de todos los actores de este vodevil en que se ha convertido la política española en general, y el asunto catalán en particular. Ruido con el que consiguen que sigamos divididos y vivamos en la ilusión de que formamos parte de tribus diferentes sin posibilidad de reconciliación, hasta ser convencidos de que el único camino es la ruptura y el conflicto permanente.
He procurado bucear bajo el ruido generado por todos, tomando conciencia de mis eternos acúfenos para apagar la estridencia desinformativa, intentando leer entre líneas, obviando las consignas ideológicas de todas las partes. Leyendo lo que opinan figuras públicas y gente desconocida para mí. He tratado de comprender las razones de unos y de otros, sin alinear mi pensamiento con nadie. Y esto es lo que encuentro bajo el estruendo…
Encuentro una gran mayoría de gente que solo ve una parte del conflicto: su parte. Gente que solo se informa en medios afines a su ideología y obvia las opiniones e informaciones de aquella otra gente con quien cree estar enfrentada. Casi todos tienen ya una opinión asentada y solo tienen ojos y oídos para ver y oír los hechos o invenciones que la consoliden. Da igual que casi todo sean mentiras, si se ve algo que coincide con mis ideas se cree sin rechistar, y si es del lado contrario solo sirve para aumentar el cabreo y ensanchar el precipicio que nos separa cada vez más.
Encuentro el gran fracaso de los cambios interesados del sistema educativo fragmentado que hemos sufrido en las últimas décadas. Una juventud que no sabe leer. Generaciones que han aprendido la historia tergiversada por los intereses políticos de los dirigentes que les tocaron. Pocos han leído, o siquiera conocen, a Thoreau, a Whitman o a Sun Tzu; a Aristóteles, a Nietzche, a Chomsky. El pensamiento filosófico brilla por su ausencia en las mentes de la juventud, y en consecuencia no hay espíritu crítico, ni individual ni colectivo, y la manipulación por parte de la clase dirigente, con todos los medios que tienen ahora a su alcance, se torna apabullantemente simple.
Esta manipulación a la que tan alegremente se ha lanzado la prensa, cada medio tirando hacia donde manda quienes pagan. Los unos escondiendo la evidencia de lo que está pasando. Los otros magnificando los detalles escabrosos de las cargas policiales contra el pacífico pueblo que solo quiere votar. Tanto pacífico ciudadano debería haber participado en las refriegas de astilleros que hubo por aquí de los años 80 un día sí y otro también, para que experimentaran lo que eran cargas policiales en serio. Me molesta especialmente el tratamiento del asunto de la prensa internacional, medios que tradicionalmente han sido críticos sabiendo contar el mundo, exponiendo las cosas en conjunto y no solo desde un punto de vista, con fuentes contrastadas y sin sensacionalismo. Como digo, de pronto lo único que se ve en las portadas es a la policía apaleando a gente. Sin más análisis, sin buscar causas, sin buscar responsables, sin despejar las manipulaciones de todas las partes. En una especie de sinécdoque global consensuada por casi todos, parece que el problema se reduce a que hay unos pobres ciudadanos intentando ejercer un derecho y son apaleados por ello.
Todos han caído, y no se me ocurre qué poderes económicos hay detrás para que ocurra así, en la trampa de la parte independentista, que una vez consumado el esperpento del domingo se han revelado como unos magníficos estrategas. Todo lo que está pasando parece obedecer a un plan perfectamente trazado y que les está saliendo a la perfección, con la complicidad de los medios de comunicación, que se relamen ante la ingente cantidad de material gráfico morboso, y magnifican los disturbios como si hubiera habido una guerra y España fuera una dictadura totalitaria que trata a palos a sus ciudadanos. La generalización interesada y la impune utilización de lo que ahora se viene llamando post-verdad -tergiversación y reinterpretación interesada de hechos pasados, fotografías manipuladas y vídeos editados para enseñar sólo lo conveniente para una de las partes, declaraciones tendenciosas, estrategias de avestruz, farsa electoral… las mentiras de toda la vida- pone a los rebeldes en el bando de los buenos, y deja en ridículo al gobierno del país. No sé qué es peor: si no lo están viendo venir, o que dejan que vayan ocurriendo tantos sinsentidos a pesar de saber lo que va a suceder.
Encuentro a dirigentes que no tienen la altura de miras necesaria para gestionar el conflicto. Ni en una parte ni en otra. Ni los que provocan ni los que se dejan provocar. La política por ambas partes de aquí se hace lo que me sale de los güevos sin tener en cuenta, como mínimo, las normas por las que deberíamos regirnos. Y lo peor es que no hay atisbo de que pueda haber un relevo que mejore lo que sufrimos ahora. Y no encuentro al jefe del estado. Solo sabemos que esta semana está libre de agenda, pero aún no ha hecho acto de presencia. No sé si es una estrategia premeditada y se está maquinando un golpe de efecto o simplemente que no saben qué hacer ante la provocación, pero de momento la institución está perdiendo puntos rápidamente.
Encuentro nuestras leyes marcadas y envejecidas por el paso del tiempo. Las normas fundamentales ya han cumplido su papel. Sirvieron muy bien para evitar que nos matáramos de nuevo hace cuarenta años, pero ya va siendo hora de revisarlas y modernizarlas, de adaptarlas al nuevo mundo y acercarlas al sentir de la población actual, la que ya ha vivido toda su vida en democracia. Hay que buscar la forma de renegociar nuestras normas de convivencia para evitar conflictos como el que estamos viviendo ahora.
Encuentro un conflicto artificial construido a lo largo de muchos años de privilegios concedidos a partidos nacionalistas a cambio de votos en las cortes nacionales, en los que han tenido tiempo de aleccionar a la población con una ideología que a estas alturas ya es más que rancia. Si no queremos destruirnos, el mundo tiene que tomar el camino de la eliminación de fronteras y la cooperación de todos, respetando la idiosincrasia de cada pueblo, pero facilitando la comunicación y la cooperación pacífica a nivel planetario. Las banderas se convierten rápidamente en muros que nos impiden conocer al vecino y convivir en armonía entre todos.
Lo que me lleva al quid de la cuestión: la pasta. El dinero y el poder para gestionar las riquezas por parte de todo el mundo. Ése es el fondo del asunto. Los nacionalistas diciendo que lo de aquí es sólo para mí y no comparto con nadie ni me dejo gobernar por gente de fuera. Todas las partes intentando esconder las corruptelas en las que están metidos. Al gobierno central se le ha ido de las manos el asunto y la cortina de humo se les ha convertido en un incendio. El gobierno catalán está pisando el acelerador para conseguir la independencia, lo que les permitiría no tener que rendir cuentas ante los tribunales españoles, antes de que Andorra acabe con el secreto bancario y salgan a la luz los chanchullos económicos de todos estos años. Los rusos y los yanquis cooperando en la desinformación para convertir un conflicto local en algo que desestabilice un poco más a la Unión Europea.
Y todo queda enterrado en el ruido. Y seguimos cara a cara sin mirarnos. Y seguimos sin escuchar al de enfrente. Lo más inteligente que podríamos hacer ahora es que los dirigentes actuales, todos, asimilaran el fracaso y se quitaran de enmedio. Que llegue gente nueva y consigamos que esta locura se pare antes de que pase algo grave de verdad.
Y cuando se vayan, que les den dos huevos duros.
Añadido, doce horas después de publicar este post.
El rey ha aparecido por fin. Un poco tarde y con un mensaje demasiado institucional y poco concreto para mi gusto, pero parece que se empiezan a tomar cartas en el asunto. Y comienzan a aparecer en la prensa internacional, una vez pasada la novedad de los palos de la policía, artículos de fondo que van contando las cosas que están pasando con un rigor que se echaba en falta. Esperemos que se imponga la cordura y todas las partes sepamos encauzar este disparate sin que haya necesidad de emplear la violencia.